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sábado, noviembre 24, 2007

Un Adios Enmudecido... (fábula de un día en la oficina)

Desperté como todos los días con la alarma de mi teléfono celular, marcaba ya las 7 de la mañana y tras estirarme y retozar un momento en mi cama, por fin me incorporé, el ritual de siempre, ducharme, cepillarme los dientes, alinear mi cara para dar un aspecto aceptable ante mis congéneres.
Salí de mi habitación y di vuelta al cerrojo, en esta parte de la ciudad uno nunca sabe quien pueda tener el mal hábito del hurto; me encaminé hacia mi oficina saludando a los transeúntes que, sin saber siquiera sus nombres, al menos eran rostros familiares, después de todo, compartimos una mista arteria transitoria en esta rutina hacia el trabajo.
Abordé mi transporte y por un momento en bamboleo del autobús me adormeció, pegué mi frente a la helada ventana y reaccioné... ¿cuánto tiempo habré dormitado que al abrir los ojos todos descendían del transporte?... no lo sé pero para mí humor eso era irrelevante.
Ya de nuevo expuesto a la radiación del astro rey retorno a la realidad, saco las llaves de mis desgastados pero infalibles jeans, y abro los mil candados del portón de barrotes de la oficina; me introduzco en ella, el aroma a café, cigarros y papel amontonado aun intoxica el aire...
Busco sin éxito el control remoto del aire acondicionado, hay calor en la oficina y quiero permanecer fresco, pero el mando remoto aun no aparece, no logro recordar en qué lugar lo dejé la madrugada anterior; me hago de mi vieja escoba y con la puntería de un maestro de jabalina, de un solo estoque presiono el diminuto botón que enciende el aparato que está a más de un metro de altura en la pared.
Me paro frente al flujo de aire que poco a poco se enfría, percibo ese húmedo olor que proviene de sus entrañas como un recordatorio de mi prisión y de nuevo el golpe de regresar a la realidad laboral, donde no hay tiempo para seguir soñando.
Poco a poco pasan 20 eternos minutos hasta que el demás personal empieza a llegar a la oficina, son 5 minutos para las 9 de la mañana y el café está listo para quienes deseen tener un aliciente para despertar. Mientras todos están aun inmersos en el murmullo “mercadero”, entre los saludos de Buenos Días hasta empezar a contarse lo que hicieron la tarde anterior, yo estoy frente al monitor de mi computador, mirando fijamente el espacio en blanco de mi hoja de Word esperando a que mis dedos y mi mente se conecten para por fin, empezar mi artículo para el Periódico; sin embargo… aun no llega la musa… ¿se habrá dormido?... ¿es acaso que no escuchó el despertador?, o ¿se quedó mirando la ventana en el autobús?... no lo sé, pero sin ella, yo estoy ausente de inspiración.
Por fin, la primera gran idea del día: Internet y servicio de mensajería instantánea; tomo el ratón desesperadamente, mis ojos se abren, la respiración se acelera pues la musa había por fin llegado y se disculpaba por su retraso volcando idea tras idea en mi cabeza, mi artículo para hoy casi se está escribiendo solo, se trata del medio ambiente en mi entorno cercano y las maneras de proteger las áreas verdes de las inmediaciones, mis dedos escriben casi a la par que van brotando las palabras en mi imaginación, tanto así que me da tiempo justo para platicar con algunos compañeros On Line por el mensajero instantáneo… y de pronto, recibí un Correo Electrónico Nuevo….
Mi respiración se contuvo al ver el remitente, pero sin vacilar abrí mi nuevo mensaje, era una sencilla invitación a leer un escrito revelado en una página personal. El titulo de dicho texto me llamó la atención por lo que decidí continuar leyendo. Catástrofe. Mientras mis ojos peinaban las letras de aquel texto mi corazón se arrugó como papel inservible, ¿cómo es que un despliegue de felicidad de una persona puede destrozar el corazón de otra? Me pregunté mentalmente mirando el enmohecido techo albo de mi cubículo… en ese instante mi secretaria se apersonó con un mazo de papeles para firmar, baje el rostro y la miré fijamente
-¿Qué le pasó don Jorge?- me cuestionó,
-Es el monitor que tiene muy elevado el brillo, pero enseguida lo ajusto, no repares por mis enrojecidos ojos hija mía, voy a firmar todo esto y te llamo en cuanto termine, puedes retirarte y por favor, no me pases llamadas a menos de que sea mi jefe editorial o el fotógrafo nuevo que estamos esperando, voy a estar ocupado un tiempo con estos documentos- le indiqué mientras bajaba el rostro y continuaba lacerándome con la lectura de aquellas líneas.
Al finalizar la leyenda, no era necesaria ninguna interpretación de mi parte, era obvio que algo en mí se había roto y ahora solo quedaba realmente el neto recuerdo de lo que fue, aquellos días de platicas en versos compuestos por románticos sonetos de amor y desamor, de reunión, pasión y locura… se habían terminado.
Fue un largo camino de 8 años que llegaba a su descanso. Cerré la aplicación que me permitía mirar esa página de internet donde las letras quemaban, sin decir nada empecé a firmar documentos de varias especificaciones, desde autorizaciones para carga de combustible para los vehículos de los reporteros del Periódico, hasta permisos de salida por incapacidad de algún empleado enfermo.
Son las once de la mañana con veinticinco minutos, por fin he terminado la firma de papeles y es hora de continuar con mi artículo ecológico, sin embargo aquellos acentos, puntos, comas, consonantes y vocales aun asaetaban mi mente y me fue difícil concluir mi propio escrito sin perder la objetividad que debemos tener los periodistas. Por fin lo finalice. Tomé un cigarro, caminé hacia la calle mientras la llama de mi encendedor quemaba el tabaco; ya en el exterior del edificio, miraba al cielo y sentía el aire tenue acariciar mi piel y jugar levemente con mi cabello, mis pensamientos aun rondaban en lo leído en ese sitio web y poco a poco, mientras el humo del cigarrillo abandonaba mis pulmones mi mente se iba enfriando y con pensamiento maduro me repetía que tarde o temprano… esto tenía que pasar.
Tiré la colilla aun enrojecida de mi cigarro, abatí a pisotones sus restos mientras me daba la vuelta y decididamente empujé la puerta para regresar a mi espacio de trabajo, di pasos largos y seguros, todos me miraban pues llevaba el entre seño fruncido por la determinación, parecería que todos sabían que algo terrible pasaba por mi mente tan solo por ver mi rostro; silencio a mi paso, murmullo a mi estela.
El reloj digital en la pared indica que son las dos con treinta y tres minutos de la tarde, estoy de nuevo ante mi ordenador y ya llevo varias horas mirando el monitor, como zombi solo respondo llamadas y cuestionamientos por inercia sin si quiera devolver una mirada, solo estoy concentrado en esa página vacía que me invitaba a lapidarla con mis letras… pero simplemente en ánimo no aparecía por ningún lado, pues la musa después del cigarro en la mañana, se había suicidado en el olvido.
“Sabrá de ti” era una frase que rebotaba en mi cabeza una y otra vez; al menos sabía que mi compartida historia tendría continuidad por una generación más… pero yo no estaría ahí para contarla, siempre seré el lejano y escurridizo observador del mundo paralelo en el que pude vivir, pero cuya puerta se cerró para mí para no volverse a abrir jamás.
Cinco con cuarenta minutos de la tarde. He decidido matar el hambre con café y ahogar mi sed con cigarrillos, el camarógrafo que esperábamos por fin llegó con su cámara llena de material que requerirá toda mi atención, se le pagarán solo por sus mejores tomas y la empresa no quiere derrochar dinero, por lo que debo escoger con precisión.
Me paso dos horas más con el muchacho, su material es de primera sin embargo no debo alimentar su ego por lo que a pesar de lo nutrido del mazo de fotos, solo selecciono 5 para la edición del día siguiente. Le doy una tarjeta firmada para que pase a la caja a cobrar su merecido dinero, su cara esboza un semblante de satisfacción al ver la cifra y con un enérgico apretón de manos y una sonrisa, se despide de mi multiplicando las gracias una y otra vez… aquel joven sin querer me dio una lección y me transmitió un poco de su vivaz energía.
–No puedo desgastarme- dije en voz alta mientras mi secretaria me miró preocupada desde su escritorio
–Diga usted don Jorge, ¿se le ofrece algo?- preguntó con voz suave, a lo que respondí con una negativa moviendo la cabeza de un lado al otro, mientras una sonrisa brotaba al fin de mi boca.
-Estoy bien hija mía- le dije –no te preocupes por este viejo que entre sus tontería hoy ha vivido un día de lo más educativo- culminé. Ella me sonrió y regresó a sus asuntos.
Son diez minutos para las nueve de la noche, mi secretaria se ha despedido de mí al igual que mis otros compañeros de trabajo, mientras algunos ya están con sus familias, a mi me consume esta oficina que de nuevo voy intoxicando con olor a tabaco y café, mientras que la húmeda esencia del aire acondicionado recorre por los espacios abandonados por mis compañeros hace poco menos de una hora.
Escribo poco más de 5 artículos más en el transcurso de la noche y las primeras horas de la madrugada, tras días de investigaciones tengo tanto material que tuve incluso que editar mis propias columnas para no hacer del periódico un libro escrito solamente por mí.
Consulto mi viejo reloj y me marca las tres de la mañana con quince minutos mientras doy la última vuelta al cerrojo de la reja de barrotes tras la cual, ahora permanece vacía la oficina. Me abrigo con mi saco encogiendo el cuello y levantando los hombros, cruzo los brazos para mantener el calor y camino hacia la parada del autobús que por cierto, está apenas llegando.
Con un ensordecedor silbido llamo la atención de mi amigo el conductor, ese que todos los días me mira subir y me saluda: “Buenos Días Señor” y al transcurrir las horas me ve bajar de su vehículo: “Nos Vemos Más Tarde señor” saludos a los cuales siempre procuro amablemente corresponder.
Camino hacia mi departamento, me deshago de todos los cerrojos y candados, abro la puerta y me invade el frio de esas cuatro paredes que son las únicas esperándome, inmóviles, heladas, sombrías. Ignorándolas tomo un baño caliente, al terminar me pongo de pie paralelo al espejo y retirando el vapor adherido a él me quedo pasmado mirando mi propio rostro…
-como me han aplastado los años - murmuré… como magia en el reflejo de aquel cristal miraba y escuchaba mis sonrisas y las de ella, palabras, escenas que no se podrán borrar, momentos que se congelaron en el tiempo para ser evocadas en cuanto mi mente me lo permitiera y de pronto llegó mi último invitado: El cansancio.
Me recosté en mi cama, ya son las cuatro en punto de la mañana, me despido de mis tres amigos inseparables, mi musa, mi humor y mi cansancio mientras Morfeo hace presa de mis ojos y me deja caer como cae un animal muerto por herida de bala.
De nuevo, son las siete de la mañana, mi teléfono celular no deja de sonar a todo volumen… abro los ojos y debo pretender que el día anterior… simplemente nunca sucedió…. Es así como se fabrica un adiós enmudecido… es así como algunas cosas terminan.
Miro por la ventana, es un tercer piso y la ciudad se ve brillante por el sol que con cada segundo sube iluminando los edificios vecinos, yo me pregunto: ¿Cuántas historias más se crean en esta jungla?, ¿Cuántos corazones más se romperán el día de hoy? Y por último ¿hasta cuando me tocará vivir mi propia historia feliz…..? bajo el rostro de nuevo y me alejo de la ventana separando lastimosamente mi mano del casi congelado vidrio… pensando: Bien, ¡aquí voy de nuevo!

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